Hay momentos que se sienten como un suspiro largo del alma, donde todo cobra sentido. Así fue mi reciente exposición en el espacio de Lynk & Co, en Gran Vía 1, Madrid. Un rincón lleno de vida, diseño y movimiento, que me abrió sus puertas con generosidad para acoger mi obra. Fue mucho más que una muestra de arte: fue un encuentro.

Agradezco profundamente la oportunidad de habitar ese espacio con mi trabajo, de hacerlo respirar entre luces, conversaciones y miradas curiosas. Pero, sobre todo, agradezco lo que no se ve en las imágenes: la colaboración sincera, la voluntad compartida de crear algo juntos, y ese tejido invisible que se forma cuando el arte se convierte en puente.

Nada de esto tendría sentido sin las personas que lo rodearon. Aquellas que han caminado conmigo desde siempre, y también las nuevas conexiones que surgieron en estos días, tan inesperadas como necesarias. A cada una, gracias por estar, por sostener, por mirar con el corazón abierto.

Compartir lo que una crea es siempre un acto de entrega, y esta vez sentí que volvía multiplicado. Me llevo no solo la emoción de la exposición, sino el recuerdo de lo vivido, lo compartido y lo sentido en común. Porque en este mundo del arte —a veces solitario, a veces caótico—, hay una belleza inmensa en encontrarse, colaborar y celebrar lo que somos capaces de construir juntos.

Gracias, de corazón.