ARTÍCULO PARA LA REVISTA “ESTAR”

Dialogar con el entorno

Por Sara Ramiro Carrero

La comunicación está presente en nuestra vida en todo momento. Es algo que en muchas ocasiones ni notamos, pero estamos en un continuo diálogo con nuestro entorno. Más aún, toda persona necesita comunicarse, desde que nacemos y necesitamos pedir comida, hasta que morimos con nuestros últimos pensamientos.

Pero hay infinidad de formas con las que comunicarnos: miradas, gestos, caricias, palabras, cartas… lo que solemos llamar el canal. Y cada uno tiene el suyo.

Cuando crecemos, una parte de ese crecimiento consiste en encontrar la forma con la que más cómodo te sientes a la hora de comunicar, de expresar aquello que necesitas compartir con el otro.

Las personas sienten la necesidad de expresarse con cartas o libros, y si se les da bien y les gusta, dedicarse a eso.

Otras, quizás, se sienten más cómodas con la música… y así en infinidad de campos. En mi caso, desde pequeña, sentí la necesidad de expresarme a través de mis dibujos. Era la forma que más me gustaba. Y veía que, con el paso del tiempo, el efecto que causaba era el que buscaba: comunicar, expresar… lo que llevaba dentro. Pero, ¿qué pasa cuando lo que quiero expresar el receptor no lo entiende o no siente lo mismo que yo?, ¿qué busco cuando quiero comunicar algo?, ¿qué es lo importante para mí? Pues a estas preguntas intento dar respuesta cada vez que creo un cuadro, o una ilustración. Y, en muchas ocasiones, el proceso comienza con la necesidad, consciente o inconsciente, de sacar al exterior una emoción, un sentimiento, un sueño, una imaginación… Pero lo importante es comunicar algo al otro, transmitir emociones o sentimientos en esa persona. Se trata de conseguir que su estado, antes y después de ver tu mensaje, no quede neutro, sino que recuerde, que sienta, que disfrute, que comprenda.

En una ocasión, leyendo un pasaje del evangelio imaginaba, como si presente me hallase, la época, las personas, cómo interactuaban entre ellas…, etc. Fue fácil, porque estaba experimentando algo similar en mi vida. Me ponía en la piel de los personajes que iban apareciendo: la Virgen María, Jesús, los discípulos, y sentí la necesidad de plasmar ese momento que me causó profunda ternura. Necesitaba comunicarlo y compartirlo. A mí, personalmente, me ayudó a sentirme cerca del cariño de la Virgen, cerca de Dios. Y esa sensación que me envolvía tenía que compartirla. Y efectivamente, lo que para mí fue una llamada a plasmar ese momento, para otras personas que recibieron ese mensaje, ese dibujo, vieron en él cariño y ternura, algo que yo misma sentí cuando lo hacía.

Conseguí compartir y crear esos sentimientos en otras personas, que revirtió en mi paz interior con una sensación profunda de amor por lo que hoy es mi trabajo, y por poder dar a conocer algo que para mí es mi pilar fundamental, la fe. Esta es mi manera de comunicar a través del arte: acercar a Dios y comunicar mi vivencia de fe. Lo que quiero contar a través de mi trabajo es que Cristo es y está, nace en nosotros, se hace niño, crece y se compromete contigo.

Vivirlo, y sentir la necesidad de comunicarlo, de compartirlo, es la mejor forma de evangelización.

Cuando encuentras tu manera de expresarte, tu manera de comunicar y exteriorizar eso que vas viviendo en tu vida y que es importante para ti, creces. Y con ello crece también tu vocación, tu destreza y tu fuente de inspiración y, así, tu trabajo constante mejora tu creación, cocreación con Dios. Por eso nunca dejo de hacerlo, creo que nunca podría parar de expresarme a través del arte porque es la manera de dar al mundo lo que Dios me ha concedido. Ese don que te dio y que tú mismo has ido trabajando y cultivando para mejorar cada día y que cuando ese don lo pones al servicio de los demás, recibes el doble, ese ciento por uno.

La comunicación es una de las herramientas, quizá fundamental, que nos permite relacionarnos. El modo que tenemos para comunicarnos dice mucho también de nosotros, pues requiere de escucha y atención al otro, al mensaje de los demás.

Una frase que oímos a menudo es que dos no se pelean si uno no quiere.

Pues aquí pasa un poco parecido. Dos personas no se comunican si una no quiere, es decir, si una persona no escucha o no está atenta, es improbable que reciba el mensaje. Y, como decía al principio, estamos en continuo dialogo con nuestro alrededor, pero cuando no estamos atentos dejamos pasar tantas oportunidades.

Cuántos detalles se nos escapan cuando no ponemos los cinco sentidos para percibir todo lo que nos cuenta el ambiente que nos rodea, porque lo esencial es invisible a los ojos. Y es que creemos que solo podemos ver lo que sucede o lo que pasa superficialmente. Pero cuando dejamos de ver a una persona con los ojos y empezamos a mirar contemplando: escuchando, tocando, oliendo, degustando… Son infinidad de detalles cuando dejamos de ver con los ojos y vemos con el corazón.

La comunicación se nutre de los pequeños detalles, es lo que hace que exista un emisor, un receptor, un canal y un mensaje en donde se teje la historia.

 

Carrero, S. R. (abril de 2021). Dialogar con el entorno. Hágase estar (327), 18-19. Obtenido de https://revistaestar.es/pdf/#2021